-I-
Aquel no era un
pozo corriente, estaba dividido en dos por una pared.
Al parecer, antiguamente, el pozo estaba
situado en el centro del patio de una gran mansión, pero un día, la finca fue repartida entre dos herederos y,
para que ambos disfrutaran del pozo, el muro de separación de las nuevas viviendas
se trazó justo por donde éste estaba, quedando así medio brocal para cada
vivienda pero un pozo completo para las dos. Ambas viviendas llevaban muchos
años desocupadas cuando mis padres alquilaron una de ellas.
Tendría yo por entonces unos siete
años. Como no tenía hermanos con quien
jugar, en las tardes de verano me entretenía observando a los pájaros que se
posaban en el parral o a las hormigas que, en interminables hileras, viajaban
de un extremo al otro del patio transportando sus cargas. Pero mi
entretenimiento favorito era el pozo. A él me asomaba durante horas enteras y
dejaba volar mi imaginación. A menudo soñaba que una sirena de rubios cabellos
surgía de las oscuras aguas y llegaba hasta mí para besarme. Otras veces,
imaginaba que el pozo estaba habitado por hadas y por duendes que vivían allí,
bajo las negras aguas, y que sólo salían a la superficie en las noches de luna
llena.
Cuando me cansaba de imaginar,
pasaba a la acción. Y entonces lo que hacía era arrojar a su interior hojas del
limonero por ver si flotaban, ramitas, semillas... Pero lo más divertido era
echar al pozo hormigas o saltamontes para comprobar si sabían nadar. Así se me iban las horas, sobre todo las horas de la siesta del caluroso verano.
Un lunes por la tarde de principios
de septiembre, recién comenzado el curso escolar, estaba yo coloreando unos
dibujos a la sombra del parral cuando me pareció escuchar voces de niños. Era
una especie de conversación en voz muy baja, como un murmullo apenas
perceptible. Dejé lo que estaba haciendo y me quedé escuchando. El murmullo dejó de oírse y en
seguida pensé que me lo había imaginado. Pero no pasaron ni dos segundos cuando
volví a oírlo de nuevo y, esta vez, con mayor claridad. Me asusté porque nunca
antes había oído nada semejante en los dos años que llevaba viviendo en esta
casa. Y, sobre todo, me asusté porque el murmullo de voces procedía del pozo.
Armándome de valor, me levanté de
donde estaba y me fui hacia el pozo. Con mucha prudencia y, por qué negarlo, con
mucho miedo, me fui asomando poco a poco al brocal, con cautela.
Al principio no vi nada, sólo la
negra oscuridad. Pero cuando llevaba unos segundos mirando, de repente, en un
momento en que el sol salió de detrás de una nube e iluminó el interior, pude
distinguir allá abajo, frente a la imagen reflejada de mi propia cara, otra
cara, la de una niña de rubios cabellos. Con un grito, me aparté del pozo. Mi
corazón latía a velocidad de vértigo mientras corría a refugiarme en el
interior de la vivienda.
Poco a poco me fui calmando a la
vez que buscaba una explicación lógica a lo sucedido. Y llegué a la conclusión
de que la cara que vi en el fondo, así como las voces que escuché, no podían
ser otra cosa que producto de mi calenturienta imaginación. Cuando me
tranquilicé con este argumento, volví al pozo. Me asomé de nuevo y, en efecto,
esta vez no vi nada, tan solo mi imagen reflejada en el agua. No obstante, esa
noche soñé con todo tipo de fantasmas que, saliendo del pozo, poblaban el
patio.
Al día siguiente, lo primero que
hice al volver del colegio fue correr
hacia el pozo. Me asomé, escudriñé sus aguas y hasta lancé alguna piedra, pero
nada. Agucé el oído y tampoco hubo novedad. Resignado desistí y di ya
definitivamente por sentado que lo ocurrido el día anterior sólo había sido
producto de mi encendida imaginación.
Después de comer, a la hora de la
siesta, me senté bajo el parral a hacer los deberes de matemáticas. Siempre los
hacía en primer lugar para quitármelos de encima cuanto antes, nunca me gustaron
las matemáticas.
No había pasado de la segunda
cuenta de multiplicar cuando, de nuevo, creí escuchar las voces del día
anterior. Me quedé petrificado y escuché con todos mis sentidos. Las voces
ahora llegaban claras, nítidas. Más claras que las del día anterior y, al igual
que entonces, procedían del pozo. Eran voces infantiles, como de niños pequeñas
y casi podía entender lo que decían.
Con el corazón encogido, me
levanté y me fui para el pozo. Lentamente me asomé y esta vez no tuve duda,
allá abajo, en el espejo del agua, había un rostro de niña que me miraba con
los ojos muy abiertos y con una sonrisa en los labios. Era la misma niña de
ayer, no había duda. De forma impulsiva, me retiré del brocal pero mi
curiosidad podía ya más que mi miedo. Volví a asomarme y esta vez no vi una
cara, sino dos. Ambas estaban con las cabezas juntas, sus siluetas frente a la
mía, mirándome curiosas mientras me sonreían. Eran muy parecidas, casi iguales.
No podía dejar de mirarlas.
Sin saber muy bien por qué, me
sentí en la necesidad de decir algo.
De mi garganta salió un tímido
hola e inmediatamente, las entrañas del pozo me devolvieron mi hola
amplificado, tanto que me asusté más aún de lo que ya estaba. Aparte del eco,
no obtuve otra respuesta. Pero ellas seguían allí, mirándome fijamente.
Probé de nuevo:
-¡Hola! Me llamo David. ¿Quiénes
sois vosotras?
Y, por toda respuesta, sonaron
unas risas entre metálicas y chillonas que me dejaron petrificado. A
continuación, una mano menuda y blanca se elevó desde el agua y avanzó hacia
mí. La veía claramente y sentí que me alcanzaba. Di un salto hacia atrás y me
separé del pozo a la vez que un grito se
escapaba de mi garganta. Enseguida acudió mi madre:
-¿Qué pasa David?
-Mamá, hay dos niñas en el pozo…
-¿Cómo?
-Sí, dos niñas iguales que se ríen
y me quieren llevar con ellas.
-Ya. Dos niñas, ¿eh?...Tienes una
imaginación desbordante, eso es lo que te ocurre a ti. Te prohíbo que vuelvas a
asomarte al pozo, ¿me oyes?.
Y cogiéndome de la mano me metió
en casa.
Me quedé muy preocupado. Aquello
no podía ser producto de mi imaginación solamente, ya había sucedido dos veces.
Yo había visto sus caras y había oído sus risas. Eran reales.
A la hora de la cena y, para mi
sorpresa, mi madre me dijo:
-¿Sabes David? Por una vez tienes
razón. Lo que me contaste esta tarde en el patio resulta que es verdad. La casa
de al lado está habitada desde hace dos días por una familia que ha venido de
Madrid para vivir aquí, en el pueblo. Es un matrimonio con un hijo pequeño, de
tu edad más o menos y lo que viste en el pozo fue su cara reflejada en el agua…
-¿Un niño? ¡Querrás decir dos
niñas…!
-No David, no vuelvas a las
andadas. Sólo tienen un niño, como nosotros, y ningún hijo ni hija más.
-Pues yo vi a dos niñas…
-Bueno, es posible que el reflejo
te engañara al moverse el agua y en vez de uno vieras dos niños, pero de
ninguna manera pueden ser niñas porque he estado hablando con ellos y me han
dicho que sólo tienen un hijo…
Mi madre dio la conversación por
terminada pero yo no me quedé tranquilo, esta vez estaba seguro de lo que había
visto y oído.
Durante el resto de la semana,
apenas me acerqué al pozo. Fue el sábado por la mañana, estando yo leyendo
comics en el patio, cuando me pareció escuchar algo parecido al sonido de un
objeto que chocaba con el agua. Me levanté y caminé hacia el pozo con
preocupación por si aparecía mi madre.
Antes de llegar hasta él volví a
escuchar el mismo sonido. Era una especie de “chop”. Me asomé y vi una cabecita
reflejada en el agua al tiempo que se oía otro “chop”. Esta vez se trataba de
un niño. Era el hijo de los nuevos vecinos, sin duda.
-¡Hola! Soy David, ¿quién eres tú?
-¡Hola! Me llamo Javi y vivo aquí.
-¿Cuándo has llegado?
-Hace dos días.
-¿Tienes hermanas…?
-No. Soy solo.
En ese momento oí la voz de su
madre que lo llamaba para comer…
-Adiós, me llaman.
-Adiós, Javi.
Me quedé allí un rato más, mirando
a lo hondo por ver si había algún rastro de las niñas, pero nada.
-II-
El trimestre pasó volando y
llegaron las vacaciones de Navidad.
En todo ese tiempo, apenas me
asomé al pozo y, por supuesto, no volví a tener noticias de mis amigas
imaginarias.
Javi, el nuevo vecino, y yo, nos
hicimos buenos amigos. Se venía a mi casa y nos pasábamos las tardes jugando.
Otras veces, era yo el que iba a la suya.
Una tarde en que había sido
invitado por su madre a merendar, ésta nos dijo de improviso:
-No me gusta que os acerquéis al
pozo, es peligroso.
-¿Por qué? –pregunté yo con
intención.
-Pues porque os podéis caer dentro
y ahogaros.
-Eso es imposible. Yo me he
asomado a él muchas veces y nunca me he caído –dije.
-Ya. Pero no es imposible. De
hecho, ya ocurrió una vez.
-¿Ah, sí? Y, ¿qué pasó? –mi
curiosidad se disparó.
-Bueno, aunque es una historia muy
triste, os la voy a contar para que no olvidéis nunca lo peligroso que puede
llegar a ser el pozo y para que no os acerquéis a él.
Y comenzó su relato. Tanto Javi
como yo, nos dispusimos a escucharla con la máxima atención. Sobre todo yo.
-Esto que os voy a contar ocurrió
hace muchos años, cuando mi esposo, el padre de Javi, que también se llama
Javier, era un niño como vosotros. Yo conozco la historia porque me la ha contado
él.
Vivía con sus padres en esta casa que por entonces era mucho más grande que
ahora, pues ocupaba lo que es ahora tu casa y la nuestra juntas. El pozo estaba
en el medio del patio ya que aún no se había construido la pared de separación
de ambas viviendas.
Pues veréis, Javier tenía dos
hermanas pequeñas que eran gemelas…
Al oír lo de las gemelas, tragué
saliva y comencé a sentir que me ponía lívido.
…Una tarde de verano, los padres
de Javier tuvieron que ausentarse y lo quedaron a él al cuidado de las gemelas.
Pero, al rato de marcharse los padres, llegaron unos amigos y lo invitaron a jugar un partido
de fútbol en la calle. Y, aunque les dijo que no podía salir a jugar con ellos, al final lo convencieron y dejó a
las gemelas solas en el patio. Estuvo jugando un rato y luego se despidió
diciendo que no podía estar más tiempo , que tenía que cuidar de sus hermanas.
Cuando regresó, las niñas no estaban en el patio. Las llamó preocupado y las
buscó por toda la casa sin encontrarlas. Por último, se asomó al pozo temblando
de miedo y ahí, flotando en sus negras aguas, estaban las dos. Salió a la calle
desesperado a pedir ayuda pero ya era tarde, las gemelas se habían ahogado.
Desde ese día y a pesar de que ha pasado mucho tiempo, Javier sigue teniendo
pesadillas por la noche y sigue llamándolas a voces mientras duerme…
La galleta que tenía en la mano se
me cayó. Un miedo atroz se apoderó de mí y ya no pude articular palabra. Salí
corriendo de allí y llegué a mi casa sofocado. Ahora sabía por fin que mis
visiones de aquellos días no habían sido sólo producto de mi imaginación. Que
ellas, las gemelas, o mejor, sus espíritus, seguían allí, en el fondo del pozo.
Y al sentir la presencia de su hermano en la casa, habían vuelto. Todo
encajaba.
Ahora, el que no podía dormir por
las noches era yo. Y, sin poder evitarlo, cada noche terminaba en el patio,
asomado al pozo donde permanecía hasta altas horas de la madrugada escuchando sus
susurros que habían vuelto a oírse claros y nítidos.
Les preguntaba por qué habían
vuelto y qué es lo que querían y ellas, entre risas, me hablaban cada noche
con sus vocecillas de sonido metálico y lejano, como del más allá:
-“Esperamos”
_Y ¿qué esperáis?
-“Es nuestro secreto” “Esperamos”
Y fue una noche muy fría de
finales de diciembre, con la luna llena en todo su esplendor cuando, al
asomarme al pozo, ya no las vi ni las oí. En su lugar pude distinguir flotando
sobre las aguas algo blanco que no me paré a identificar pero que me causó un gran
desasosiego. Volví a la cama, pero esa noche no conseguí dormirme hasta casi la
llegada del alba.
Por la mañana, me desperté
sobresaltado. Había mucho ruido de voces en la calle. El alboroto venía de la
casa de Javi. Gente que entraba y salía y un ruido lejano, lastimoso, como de
llanto.
Me levanté y pregunté a mi madre
por el motivo de tanto alboroto, sólo para que me confirmara lo que yo ya
sospechaba:
-Mamá, ¿qué pasa?
-Una desgracia, hijo. Que el padre
de Javi se ha tirado al pozo y se ha ahogado.
No me cogió de sorpresa, ya lo vi
en la madrugada, aunque no quise verlo. Y supe también en ese mismo momento que
era eso precisamente lo que esperaban las gemelas, vengarse del hermano que un
día las abandonó a su suerte. Y supe, igualmente, con toda certeza, que ya
nunca más volvería a verlas ni a oírlas en el interior del pozo. Y una especie
de pena nostálgica se apoderó de mi inocente alma infantil.
Aún hoy, a mis cincuenta años,
aquí en la ciudad donde vivo, lejos del
pueblo, recuerdo con cierta ternura las noches de luna llena de mi infancia
hablando con las hermanas gemelas que habitan en aquel pozo, un pozo que no era nada corriente.
Enero, 2014
Enero, 2014
Me ha emocionado mucho tu relato, Un beso, que disfrutes de estos días.
ResponderEliminarAbrazos para ti.
Me alegra saber que ha sido así Amapola. Gracias.
EliminarAbrazos.
He estado en vilo hasta el final, jaja
ResponderEliminarHay muchas leyendas de este estilo. Donde hay agua..., parece que el agua estimula la imaginación.
Muy bien contado, Jerónimo.
Un abrazo.
Gracias Ohma. Es cierto, el agua, y sobre todo los pozos, inspiran cuentos y leyendas de este tipo. En mi caso, el pozo existió de verdad, la leyenda no, es inventada claro...
EliminarUn abrazo.
UN RELATO MUY INTERESANTE Y ATRAPANTE.
ResponderEliminarUN ABRAZO
http://enancasdelarazon.blogspot.com/
ResponderEliminarMe alegra que te haya parecido interesante, Reltih.
EliminarGracias por pasarte.
Relato que he leído poco a poco porque no sé por qué motivo leer un texto largo en pantalla se me hace pesadísimo sin embargo en papel¡ lo que me echen!.
ResponderEliminarLa historia va resbalando por la mente calando hasta el fondo al igual que el lugar y sus personajes y lo has impregnado de una dosis justa de intriga, misterio y realismo.
Saludos desde Teenrife.
La verdad es que cuesta más trabajo leer en la pantalla, a mí también me pasa.
EliminarAsí que doblemente agradecido por tu lectura y feliz de que te haya gustado.
Gracias por pasarte por aquí Gloria.
Saludos muy cordiales.
Guau, Joaquín, qué bueno el relato.
ResponderEliminarTe agradezco además que no lo hayas cortado como suele ser habitual
Besos
Me alegra un montón que te haya gustado.
EliminarAl principio sí que pensé publicarlo en dos veces, por su extensión, pero al igual que a ti, no me gusta. Creo que es mejor en una sola entrega. Al final, si interesa, se lee independientemente de lo largo que sea.
Gracias por pasarte también por mi otro blog. :)
Abrazos.
que maravilla es leerte
ResponderEliminarGracias por tu lectura y opinión.
ResponderEliminarSaludos.
Como ya habéis comentado y tú mismo has apuntado, el relato es largo pero para nada resulta pesado, ya que hasta el final es muy interesante. Así que creo que has hecho bien en publicarlo todo de una tacada. Yo también recuerdo por aquí por el campo en Valencia hace años ver pozos de esos, y la verdad es que con solo asomarte impresionaba, y podía uno imaginarse cualquier cosa sobre aquellos misteriosos pozos, que a saber en lo profundo y silencioso de aquella oscuridad lo que se encerraba. De hecho y así es, mucha gente se ha suicidado arrojándose a un pozo de aquellos antiguos, o como entonces la inseguridad y la negligencia abundaban, que ni los tapaban ni dada, más de uno se cayó dentro: sobre todo niños.
ResponderEliminarUn abrazo Jerónimo.
Sí, los pozos siempre estuvieron rodeados de leyendas por aquello de no saber lo que ocultan en las profundidades.Por aquí por mi tierra, por ser tierra de secano, un pozo es considerado casi un tesoro y también en más de una ocasión los pozos sirvieron como última morada a más de un desesperado.
EliminarSe agradece tu visita Rafa.
Un abrazo.
Maaadre mía JERÓNIMO, sinceramente porque has llamado David a tu protagonista porque es un relato tan minucioso y vivido que parece mas un recuerdo que pura ficción, salvo por el hecho de que si tu madre supiera que te pasabas las horas asomado a un pozo ni por asomo te dejaría...menos aun a pozo engulle niñas susurradoras:-)
ResponderEliminarGenial la historia, enhorabuena.
Muuchos besos JERÓNIMO.
Si exceptuamos la existencia del pozo que sí es real así como las dos niñas que no eran gemelas pero sí vivían en la casa contigua, aunque ninguna de las dos se cayó al pozo :), el resto es pura imaginación. También es verdad que me comunicaba con ellas a través del pozo y que veía sus siluetas reflejadas en el agua. Tendríamos todos unos 6 o 7 años, ya ha llovido...
EliminarMe alegra que te haya gustado la historia, María.
Gracias por venir.
Un abrazo.
Muuuuy bueno! Siempre me han llamado la atención los pozos
ResponderEliminar;o)
Me alegra que te haya gustado Marilyn.
EliminarLos pozos tienen su encanto particular, sí.
Saludos.
Vaya entrada de terror!!!!! Tengo que admirtir que me mantuvo en suspenso por buen rato. Un placer haberlo leido! Muy buen relato! Gracias por compartir. bendiciones!!!
ResponderEliminarGracias a ti Jackie por tu lectura y tus palabras.
EliminarMis disculpas por la tardanza en contestar.
Saludos.
¡¡Aplausos Geronimo, que buen cuento!!1
ResponderEliminarUna historia que me mantuvo en vilo hasta la última palabra.
Te felicito y buen fin de semana.
mariarosa
Gracias Maria Rosa, me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Puede ser más que un cuento, el comienzo de una novela, Gerónimo.
ResponderEliminarAquí también se habla de pozos habitados, pero siempre me dieron miedo, así que mejor ni te cuento.
Abrazos.
Bueno, echándole imaginación se podría alargar, así es, pero no es el caso.
EliminarLos pozos siempre han gusadado en su oscuro mundo acuoso algún misterio.
Gracias por tu lectura.
Abrazos.